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EN BUSCA DEL DORADO

  • publicado por Josep Maria Verdaguer
  • Categorías Reflexiones
  • Fecha 16 de noviembre de 2025
  • Comentarios 8 Comentarios

Hace ya mucho tiempo, o quizás no, llegó a mis manos una historia que me inspiró y que hoy comparto con ustedes.

Y como todo cuento que se precie, no podía empezar de mejor modo: Érase una vez un niño inquieto, travieso, testarudo y muy, muy juguetón. Sus primeros pasos, una pelota de colores bajo el brazo, los castillos de arena… todo era descubrimiento. Iba siempre acompañado por una figura que no sabía definir, pero cuya presencia era tan real como el aire que respiraba. Era incapaz de imaginar su vida sin aquella silueta imponente que le transmitía una paz profunda.

Un día cualquiera, al atardecer, algo nubló aquella magia. Sin saber qué ni cómo, sintió que la vida le frenaba en seco. Quizás, sin que él lo supiera, había hecho algo inadecuado y la vida le castigaba. O, al menos, eso entendió su corazón de niño.

Entonces empezó a descubrir que dentro de él coexistían dos voces, dos fuerzas: una que le susurraba que no merecía, que no valía; y otra que le impulsaba a imaginar, a crear y a mantener viva la llama de la vida que latía en su interior.

Al cabo de unos años, aquel frenazo en seco pareció disolverse. Pero sin que él lo supiera, la huella que había dejado le acompañaría gran parte de su vida. Había un mensaje oculto, un tesoro escondido que le desafiaba a ser descubierto.

Su inquietud le impulsaba a leer, a escuchar historias y cuentos que lo transportaban a vivir mil vidas, mil situaciones donde él siempre se colaba, claro está, del lado de los buenos —según su propio criterio—.

Ya fuera por esas historias, por esas dos voces internas o por lo que la vida le iba proponiendo, se instaló en él —o quizás emergió desde lo más hondo— un deseo de trascender. No era consciente de lo que representaba, ni de por qué lo sentía, y mucho menos de los desafíos que supondría descubrirlo. La única certeza que tenía era que se entregaría por completo. Aquella fuerza que un día descubrió siempre le empujaba, mientras la otra aguardaba agazapada, esperando su oportunidad para alzar la voz.

Recorrió mil caminos, conoció a muchas personas. Algunas le acompañaron un tramo; otras, un trecho más largo. En su caminar, encontró a dos almas que le acompañaron siempre, compartiendo risas, sueños, dificultades y, sobre todo, aprendizaje. Mucho aprendizaje.

A pesar de que el camino a menudo fue cuesta arriba, o de tener que desandar lo andado para comenzar de nuevo, con el tiempo se sintió cada vez más ligero, conectando a menudo con ese niño interior y su anhelo.

Aprendió que, aunque a veces tomaba caminos errados y elegía desde la carencia, su impulso siempre había sido verdadero. Comprendió que aquellas dos voces —a las que pasó a llamar Juicio y Compasión— solo buscaban conectar con su corazón, que era el puente que las unía. Así descubrió que el amor que siempre había buscado fuera, en realidad latía dentro, muy dentro de sí.

Y en una de aquellas noches estrelladas que el camino le ofrecía, sintió que esa Vida que un día creyó que le castigaba, en realidad lo había estado sosteniendo siempre. Que ningún hilo de su existencia había sido tejido sin sentido. Mientras su cuerpo se erizaba, lanzó al cielo una pregunta dirigida a alguna de aquellas miles de estrellas:

—¿Y el deseo…?

Y la respuesta llegó, firme y clara:

—Sigue caminando, sigue avanzando. Sigue buscando ese tesoro escondido que habla de ti, de mí, de todos nosotros. Porque el Dorado no es un lugar al que llegar, sino la luz con la que, al fin, aprendes a mirar tu propio camino.

¿Y si tu ‘frenazo en seco’, tu mayor herida, es también la puerta de entrada a tu tesoro escondido? El viaje no es para encontrarlo, sino para comprender que siempre ha estado en ti, esperando a que dejes de buscarlo fuera para reconocerlo dentro.

Si gustas, deja tus comentarios

Etiqueta:Crecimiento Espiritual, Crecimiento Personal, Crecimiento y Transformación humana, Liderazgo Personal, Mentoría de Vida

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Josep Maria Verdaguer

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    8 Comentarios

  1. Juan
    16 de noviembre de 2025
    Responder

    Fabuloso artesano! Grandioso eso de que el Dorado no es un lugar al que llegar, sino la luz con la que al fin deseamos mirar… Gracias enhorabuena!

  2. Josep Maria Verdaguer
    17 de noviembre de 2025
    Responder

    Sigamos caminando, sigamos aprendiendo, sigamos jugando. Gracias Juan, por leerlo

  3. Miguel
    16 de noviembre de 2025
    Responder

    Excelente cuento que nos invita a no dejar de estar presentes en nosotros mismos,la importancia que tiene el ver de la nariz hacia adentro y no al revés.
    Gracias por compartir.

  4. Josep Maria Verdaguer
    17 de noviembre de 2025
    Responder

    Gracias Miguel, por leerlo. Es el kit de la cuestión, sigamos mirando hacia adentro. Un abrazo

  5. Máximo Kinast
    17 de noviembre de 2025
    Responder

    Es curioso como se relaciona con un tema que siempre me ha apasionado. El ‘amigo imaginario’ que casi todos los niños tienen y que yo también tuve. Y de pronto viene Heráclito, sí, el mismo de Éfeso, y de dice que habla con el Logos, que es lo mismo que todo el Unverso. ¿Habré hablado alguna vez con el Universo? ¿Cuántos personajes importantes han hablado con el Logos?

  6. Josep Maria Verdaguer
    17 de noviembre de 2025
    Responder

    Mil gracias Máximo por leerlo y llevarlo a la filosofía de los clásicos. Si me permites, hablar, hablas cada día con el Universo y también te responde cada día, nunca deja de responder… Seguimos, abrazo

  7. Miriam
    27 de noviembre de 2025
    Responder

    Bello y sobretodo reconfortante. Las personas inquietas sufrimos por falta de comprensión. En cuanto comprendemos, la oscuridad se disipa, pues vemos que todo es aquí y ahora. Ese cuento lo ejemplifica de una manera muy sencilla.
    Gracias por como has revelado este secreto, Josep María. Un fuerte abrazo compañero.

  8. Josep Maria Verdaguer
    27 de noviembre de 2025
    Responder

    Gracias, compañera de caminos y revelaciones. Gracias por leerlo, ya sabes, yo sólo entrego mi mano y…el bolígrafo, lo demás acontece!!! Un abrazo

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